Ali Albwardy, el mecenas de los hermanos Castagnola que ganó de todo con Adolfo Cambiaso y ahora es su máximo rival fuera de la cancha
El de Dubai es quizás el patrón de polo más importante del siglo; igual de exitoso en los negocios que en los torneos, opina sin filtros: “Es muy raro encontrar un buen caballo en Argentina”
“Te contaré una historia. Vengo de Dubái. En Dubái la gente nos llama «soñadores». Nosotros soñamos”, dice el hombre, que se mueve sin guardaespaldas por el Campo Argentino de Polo cada noviembre/diciembre. Es multimillonario. Le sobran empresas exitosas, incluidos dos hoteles en el país, pero llega caminando a Palermo como si tal cosa.
Ama el polo y por eso viene cada año al país que lidera su deporte, pero está convencido de que “es muy raro encontrar un buen caballo en Argentina”. Y de caballos entiende, porque los tuvo antes que el lugar para usarlos: hace más de 35 años le compró sus primeros 40, sin haberlos visto, al Gordo Eduardo Moore, y... carecía de cancha de polo.
Paraba en hoteles “baratos” de Buenos Aires, de 30 o 40 dólares por día. Un día, muchos años ha, tenía US$ 50 en los bolsillos, y unos amigos propusieron ir al café del que ahora es el Four Seasons de Cerrito, donde nace la autopista Illia. Rechazó entrar, por la poca plata que poseía. Se quedó fuera, mientras el resto disfrutaba. Tuvo desquite: hoy es el dueño del hotel.
Y tuvo agallas: incursionó en la especialidad culinaria local, siendo visitante. “Un árabe viniendo a Buenos Aires y abriendo un restaurante de carne en Recoleta”, decían agoreros. Pronóstico fallido.
Durante 16 años tuvo contratado al mejor del mundo, quizás de la historia. “Adolfo vino a mí cuando no tenía ni un caballo”, recuerda. Ganaron mucho, muchísimo, en el exterior. Se bifurcaron. Hoy son archirrivales, uno todavía en la cancha, el otro proveyendo caballos al equipo que tiene a maltraer a Cambiaso: La Natividad.
“No me den el segundo lugar. Nunca seré segundo; tengo que ser el número 1″, se propone Ali Albwardy, el hombre que viste lo que cualquier mortal y en su país se desplaza en un auto común, a lo papa Francisco. No se le notan los réditos que le dan sus empresas de alimentación, hotelería y construcción, entre otros rubros.
Como pasa con casi todos los patrones del polo, su conocimiento en Argentina es inversamente proporcional a su patrimonio. Albwardy es de los pilares económicos más fuertes del polo mundial. Ningún otro dueño de equipo estuvo unido profesionalmente más tiempo a Cambiaso que él. Y Adolfito, por supuesto, no es jugador de contratos accesibles, de cifras chicas. Aun en libras esterlinas los dígitos son muchos.
Cuentan que hace unos 50 años, al poco tiempo de nacer Emiratos Árabes Unidos como país (diciembre de 1971), el jeque de cada uno de los siete emiratos asignó a diferentes familias el desarrollo de diversos rubros económicos, y Albwardy era de los clanes más importantes. Hoy existen Albwardy Investments, Albwardy Engineering Enterprises y muchas otras, que facturan anualmente más de 1.000.000.000 de dólares y se dedican a construcción, ingeniería, propiedades, astilleros, seguros, agricultura, alimentación, supermercadismo, hotelería. Y que tienen actuación en países de varias regiones del mundo. Entre ellos, Argentina, a donde Ali, chairman de la firma madre, concurre desde hace décadas. Y del que piensa que “debe cambiar”. Lo enfatiza.
“La gasta en el polo y se la pasa trabajando”, menciona desde Europa alguien que lo conoce y tiene buen vínculo con Ali Albwardy, el hombre que hoy sostiene económica, y por ende deportivamente, a los hermanos Bartolomé y Camilo Castagnola en detrimento de su tío. O sea, de Cambiaso, el jugador con el que gobernó buena parte del polo extranjero durante una década y media, hasta que se separaron ruidosamente, en 2016. “Adolfo fue un amigo muy cercano durante mucho tiempo”, rescata el empresario oriundo de Dubái. “Todavía lo es”, se corrige de inmediato.
De tanto en tanto irrumpe el sonido de la cafetera ubicada justo detrás de Albwardy. Es la mañana de un día inestable en Buenos Aires y los cafés salen a cada rato en el desayunadero del Four Seasons, el hotel cuyo bar, Pony Line, refiere a los palenques. Y a la afición de su dueño por los caballos.
“Me presentaron este deporte más de 35 años atrás. Entré por un jugador muy especial: Eduardo Moore. Una leyenda. Fue el primer exportador de caballos desde Argentina. Vendía caballos a Brunéi, a Inglaterra, a lord Vestey. Alguien me lo presentó. Y recuerdo que compré 40 caballos sin haberlos visto. Llegó a Dubái en un avión privado con el padre de Pablo Mac Donough, Jorge, que era veterinario, y con mis 40 caballos. Y me pidió que lo llevara a la cancha de polo. Fue gracioso, porque no teníamos una cancha de polo. Entonces yo dije «hagamos una cancha de polo». Y él contestó «pero debemos tener pasto», y me dijo que la cantidad total de pasto que había en toda Dubái no cubría la de una cancha de polo. Así que decidimos jugar en una alfombra. Y así empezamos. Una vez que Eduardo murió, decidí alejarme del polo. Lo hice durante cinco años. Trabajaba mucho y estudiaba en Denver, Colorado”.
Tres décadas y media más tarde, hay más de cien polistas en Dubái. Y pasto. Bastante. En su club, Desert Palm, Albwardy tiene cuatro canchas. En otro, Ghantoot, hay unas seis y se puede algo que no en Argentina: jugar de noche al polo. “Hicimos unas canchas tan hermosas que no se puede dañarlas, por el tipo de césped. No se necesita más tener cien canchas”, apunta el emiratí, orgulloso de la abundancia de caballos en su ciudad, útiles para cumplir un anhelo de la Federación de Polo Internacional: desarrollar allí en 2026 la Copa del Mundo de 14 goles de handicap. Pero lo de Ali es el alto. Ir por lo grande. Lo hizo durante muchos años. Lo hace aún, ahora fuera de la cancha, como mecenas y, en el exterior, proyectado en sus hijos polistas, Rashid y Tariq.
El club de Albwardy en el exterior no es Desert Palm, sino Dubai. Su primera estrella contratada en el polo, a fines de siglo, fue Bartolomé Castagnola, Lolo, el padre de los chicos. Por entonces compañero de Cambiaso en la Triple Corona argentina, además de cuñado. “Adelfo” (así lo menciona Albwardy: sin diminutivo y con una e en lugar de la primera o) era integrante de Ellerston En la temporada inglesa, la más importante fuera de la de Buenos Aires. Y le iba bien. Muy bien. “Lo conocí en una cancha de polo. Quiso jugar conmigo porque Lolo estaba haciéndolo conmigo cuando empecé, pero desafortunadamente él no podía, porque estaba jugando con Kerry Packer [patrón de Ellerston]. A pesar de eso, estaba todo el tiempo conmigo. Un día, Kerry Packer dejó de jugar y él vino y jugó conmigo. Duró 16 años. La pasamos muy bien. Tuvimos éxito. Ganamos todo. Después, él decidió cambiar de equipo”, es todo lo que dirá Ali Albwardy sobre el principio y el fin de su vínculo con el polista al que todos ambicionan, y que lo ayudó a convertirse en, discutiblemente, el patrón de polo más importante del siglo.
Ese “ganamos todo” incluye entre 2001 y 2016, el lapso del dubaití y el cañuelense asociados, cuatro conquistas del Abierto Británico por la Copa de Oro –máximo en 32 años– y seis (récord histórico, compartido con Ellerston) de la Copa de la Reina. “Nos fue muy bien. Y después él quiso ir por su cuenta”, insiste Albwardy. Siempre se dijo que el origen del cisma fue un problema con un manager de Dubai, que trabajaba en La Dolfina para el propio Cambiaso hasta que se enemistaron. E hipotéticamente, ante la encrucijada de elegir por uno o el otro, planteada por el crack a Albwardy, el emiratí se decidió por el empleado de menor rango. Que, al tiempo, también se iría de la organización.
La palabra de Ali Albwardy
“Y yo me fui con Lolo, porque siempre ha estado conmigo. Cuando Adolfo se fue, le dije «Lolo, no te preocupes». Era 2016. «Lolo, te lo prometo: en 2020, 2021, vamos a ganar el Abierto. No estés enojado». Y lo hicimos. Y mirá el equipo que tenemos”, se complace Ali hoy. Ese “Abierto” era, efectivamente, el Argentino. La Natividad se lo apoderó por primera vez en 2021. Promesa cumplida. Y repitió en 2023. Ahora con “Barto” y “Jeta” Castagnola, más Pablo Mac Donough y Facundo Pieres, es el mejor equipo del mundo. “En la vida hay que ponerse un objetivo e ir por él. Y ser honesto. Es importante la honestidad. Hay que ser honesto consigo, no engañar y hacer lo correcto. Siempre les digo a mis chicos «está lo correcto y está lo incorrecto. Hagan lo correcto. Y si hay algo limítrofe, no lo hagan». Es en eso cuando la gente se equivoca”, alecciona Albwardy. Es común en él eso de dejar moralejas de vida después de relatar situaciones.
¿Queda rencor con Cambiaso? La relación no es la de los años dorados en común, pero no está quebrada ni mucho menos. Subsisten encandilamiento de un lado y gratitud del otro. “Hoy en día hay rivalidad entre La Dolfina y La Natividad. Pero si Adolfo gana, estaré con él en el escenario. Hemos llegado a ese nivel en el que no pensamos en eso. Si ellos ganan, son mejores que nosotros, así que uno tiene que admitirlo. No soy envidioso”, expone Albwardy, además de considerarlo “todavía amigo”. Y lo admira. Lo admira como a ningún otro en tanto polista.
"“Estoy superagradecido. Siempre me trató como si fuera de la familia. Siempre trabajé muy cómodo. Ganamos todas las copas que hemos disputado, en todos lados. Ha sido una gran parte de mi carrera, con 16 años en Inglaterra y en España. Y ha venido alguna que otra vez a Estados Unidos. Conozco a toda su familia... En un momento teníamos una relación de mucha confianza, en todo sentido. Lo conocí en su momento a través de Lolo. Estoy muy agradecido por la cantidad de años en que jugamos juntos. Dieciséis no son pocos, ¿no?”"
Adolfo Cambiaso, sobre Ali Albwardy
Su predilección es por Camilo Castagnola. Lo considera un fenómeno como jugador y un ojo clínico para detectar joyas entre caballos desconocidos. Para él Camilo es Lionel Messi en el polo. Es decir, no el mejor de todos: para Ali el mejor futbolista de la historia es otro.
“«Me encanta jugar contra mi tío», dicen mis chicos [los Castagnola], tan jóvenes, tan agresivos. Los encanta jugar contra su tío. Especialmente a Jeta. Su tío es el más experimentado, talentoso... Es Maradona. Literal”, afirma Albwardy. Y como suele hacer, toma el tema polístico como disparador de uno afín, o no tanto, que quiere profundizar. “Messi es un gran jugador. Pero Maradona es supergrandioso. Maradona es Maradona. Maradona es el fútbol, ¿no? Maradona ganó la Copa del Mundo, y cuando ganó estaba solo, no tenía el equipo. Messi es Messi, por supuesto. Pero Maradona es Maradona. Para mí es incluso mejor que Pelé. Y lo conocí personalmente, muy bien, porque vivió en Dubái siete años. Y lo quería”, exalta. Y a la vez se apena por el crack malogrado.
“Porque sentía compasión por él. Un muchacho que nunca tuvo familia. Que pasó por el infierno, rodeado por la gente inapropiada. Tan talentoso, tan talentoso... Podés no coincidir conmigo, pero para mí Maradona es Maradona. Messi es un gran jugador, pero Maradona...”, se embelesa Ali, un hombre de negocios multimillonarios apasionado por el polo que no viene de un país destacado en fútbol. Pero que visita cada año uno que sí lo es.
“Alguien me preguntó «¿por qué te gusta Argentina?». Conocemos a Maradona más que a Argentina”, magnifica. Tal vez se lo haya cruzado en la época (2005 y más) en que el ex futbolista visitaba los palenques de La Dolfina en Palermo, para alentar a su amigo Cambiaso. Y sigue Ali: “De repente llegó a la cima. Y no tuvo familia, no tuvo trasfondo, no tuvo educación. Y anduvo equivocado tan temprano... Hizo mucho dinero, lo gastó y entró en bancarrota. Porque no tenía familia. Messi, por suerte, tiene una buena familia, una buena esposa, buenos hijos. [Cristiano] Ronaldo, lo mismo. El problema es que Maradona es una de esas personas que son tan grandes que no escuchan a otros, sino a sí mismas. Venía al polo, le gustaba beber, le gustaba la fiesta. Porque no tenía familia, esposa... Estaba solo. Muy solo. Realmente me apena. Él era el mejor cuando jugaba”.
Argentina apareció a lo grande en la vida de Albwardy en los ochentas. Pero no por el apogeo de Maradona. En aquellos años se dio aquella negociación de los 40 caballos con Moore aún sin cancha como para utilizarlos, pero por ese tiempo Ali ya frecuentaba Buenos Aires. Con... bajo presupuesto. Bajo presupuesto, sí. “Y solíamos quedarnos en Lobos. Pagábamos 40 dólares por día. Eso incluía dos asados por semana, seis chukkers todos los días y taqueo a la mañana. Y solíamos venir vía Londres, porque no había vuelos directos. El viaje tomaba tres o cuatro días. Pagábamos esos 40 dólares pero teníamos que pasar una noche acá, en Buenos Aires, para hacer la conexión con ese vuelo. Nunca olvidaré lo siguiente”, presenta el magnate emiratí. Y cuenta esa historia del sueño del pibe.
“Aquí solíamos quedarnos en un hotel viejo. No sé cuál, pero uno muy viejo, en algún lugar. Muy barato, 30 dólares. Y un día estábamos caminando por acá, en un grupo. Algunos dijeron «vamos al Four Seasons, al café». Yo tenía 50 dólares en mi bolsillo. Y esto es cierto. Y dije «no, no voy a entrar, porque si entro, tengo que sentarme y comer, y no quiero que alguien pague mi cuenta». Lo juro. Ellos entraron y yo me quedé esperando fuera. Dos horas. Ellos conocieron algunas chicas dentro y olvidaron que yo estaba fuera esperando. Y yo miraba al hotel y pensaba «un día, cuando tenga dinero, voy a comprarlo». Lo juro. El dueño era un chileno, y el hotel no estaba en venta. Pero yo seguí soñando, soñando, soñando”, recuerda Ali. Sin embargo, el sueño cambió de objetivo.
“Con el tiempo hice algo de dinero, subí de categoría y me quedé en el Alvear. Y decidí comprarlo. Me volví allegado al dueño del Alvear, y cada año que yo venía, él me decía «cuando quiera vender el hotel, voy a vendértelo a vos, y si no, cuando yo muera mis hijos te lo venderán». Cada año que venía me fijaba si él estaba vivo o muerto”, ríe Albwardy. “Pero el hotel no estaba en venta. De repente, un amigo mío, Marcelo, me llamó. «Ali, ¿querés comprar el Four Seasons?». «Sí. Éste es el precio. Si quiere venderlo por este precio, que me llame mañana. Si no, que no me llame». Y así es como soy propietario del Four Seasons”, relata. En este punto cabe una aclaración: lo que el emiratí compró, al parecer por unos 64.000.000 de dólares en 2011, fue el hotel propiamente dicho, el edificio. No el servicio, no la marca, la cadena internacional.
El Four Seasons incluye La Mansión, el palacio Álzaga Unzué, una maravilla de los años veintes. “Cuando lo compramos, la gente se rió. Y me decía «¿qué vas a hacer con él?». «Voy a hacer un montón de cosas con él, porque eso es aquello en lo que soy bueno». Después quise abrir el restaurante especializado en carne, y gracias a Dios encontré a este hombre”, señala a Juan Gaffuri, hoy mucho más que un especialista en el rubro culinario. Ya una mano derecha de su negocio hotelero en Argentina. Y el árabe abrió, nomás, el impensado restaurante de carne en Recoleta. Se enorgullece: “En esa época había buenos restaurantes, como Múnich. Ahora no los hay. Y abrí uno. Y somos números 1. Y abrimos otro”.
Con el entonces presidente Mauricio Macri, en su Meliá de Iguazú
El otro hotel argentino que posee es el Meliá de Iguazú, ex Sheraton, que requirió unos 70.000.000 de dólares y diez años de negociación. Ali Albwardy tiene paciencia de Oriente, y fondos de Oriente Medio. “Yo creo, y lo digo a mis hijos, que hay que soñar. Hay que perseguir el sueño. En un 90% de los casos, lo logro. Nunca me rindo. Y nunca cedo. Si quiero esto, voy por esto”, enseña. Y entonces se trasluce aquella ambición, empresarial, deportiva: “No me den el segundo lugar. Nunca seré segundo; tengo que ser el número 1″. Quiso más, en efecto. Hace cuatro años, en febrero de 2020, estuvo junto a Gaffuri en el despacho presidencial de Casa Rosada para anunciar a Alberto Fernández, en presencia de Matías Lammens (ministro de Turismo y Deportes), una inversión de 100.000.000 de dólares en otros tres emprendimientos hoteleros, dos en Misiones y uno en Santa Cruz. Al mes apareció la cuarentena. Que sería dilatada in eternum por su anfitrión de Balcarce 50.
Con gobernadores argentinos en Dubái
Continuando con una serie de actividades junto a los colegas gobernadores de la región en Dubai, nos reunimos con Ali Albwardy del Grupo Albwardy Investment (con inversiones en varios países, incluido argentina) y con Tariq Baker de DUCTO GROUP,otra
— Gerardo Zamora (@GZamoraSDE) March 13, 2022
importante empresa de Dubai. pic.twitter.com/lJLmW0jA2g
–¿Sabía que el presidente Javier Milei dice ser un amante del polo y un fanático de Adolfo Cambiaso?
–Lo sé muy bien, sí. Lo sé.
–¿Ha conocido personalmente al presidente?
–No, no. Pero sé eso. Se suponía que iba a tener una cena con Cambiaso. Fui invitado pero él no pudo ir. Pero sé del gobierno y sé que está pensando correctamente.
Vengo a Argentina desde que había “un dólar, un peso”. Hablé con un amigo ayer. Me dijo “desde hacía mucho no venía a Argentina”. Le contesté “sé en qué año. ¿Cómo estaba el dólar contra el peso la última vez que viniste?”. “1,50″. Le respondí “¡eso fue hace como 15 años!”. Tengo grandes inversiones en este país, y ahora estamos tratando de hacer más negocios con él, intentando importar un montón de alimentos a casa. Pienso que con el nuevo gobierno, al que le deseo éxitos, las cosas cambiarán. Hay un muy lindo espíritu respecto al país, y creo que puede suministrar toda la comida. Espero que cambien las cosas para impulsar las exportaciones.
–¿Qué avizora para los próximos meses o años?
–Seré honesto contigo: este país necesita cambiar. Ustedes, argentinos, deben decidir sobre su futuro. Me apena este país. Tiene tanto talento, tanto talento, una nueva generación... Lo veo en mi trabajo acá: buena gente se va, jóvenes abandonan el país. Se me hace difícil cuando mi asistente me dice “pagamos los mejores salarios, pero la gente dice «no puedo vivir»”. Algo está mal en eso. No podemos conseguir buena gente, aunque sabemos que este país tiene gente muy talentosa. Pero cuanto sea lo que le paguemos, no puede vivir, entonces se va.
El dólar vale mil pesos: ¿a dónde está yendo este país? Yo tengo un hotel en Iguazú. Es un hermoso lugar, pero todavía no está aprovechado. Recibe 1.400.000 turistas, pero Brasil recibe 1.600.000. Algo está mal en eso. Espero que esto cambie. Y realmente le deseo éxito al nuevo gobierno, que promete cambiar. Este país no puede continuar así.
–¿Qué le hace pensar que Argentina puede mejorar?
–Alguien me dijo en el aeropuerto “hay un muy lindo espíritu acá”. Eso es muy importante. La gente tiene buenos sentimientos. Todos con quien uno habla tienen la sensación de que viene un cambio. Tengamos esperanza en que sucederá. Y te digo una cosa: no se necesita mucho para cambiar este país. Tiene un montón de recursos, turismo... Necesita solamente gestión. Espero ver el cambio. Y este país va a cambiar.
Siempre digo que la fórmula del éxito tiene tres requisitos:
- gente
- estrategia
- producir, sea empresa o país
En este país ustedes tienen:
- gente: hay gente muy talentosa; hay que darle la oportunidad y ella debe tomar la decisión correcta
- política: necesitan una fuerte política
- producto: tienen a Argentina, un producto hermoso
Por lo tanto, no hay razón como para que este país no lo logre. No hay razón. Este país necesita grandes cambios. Debe hacerlos. Y está cambiando. No hay otro camino.
¿Y qué papel puede desempeñar el polo en ese cambio, para el que “no hay plata”? “Espero que el nuevo gobierno apoye al polo. El polo necesita ese respaldo desde arriba. Como dijiste, al presidente le gusta el polo. Yo lo sabía, pero es bueno escucharlo de vos”, anhela Albwardy. ¿Pide dinero, entonces?
No. “Hay que recordar que el polo es muy costoso. Yo detuve el financiamiento de mi gobierno al polo, por una razón simple. Dije «si querés poner un millón de dólares, ponelo en el fútbol. Ayudará a mil chicos, o diez mil. Si ponés ese millón en el polo, ayudarás a cuatro personas”. ¿Entonces? “Uno espera que el gobierno facilite el apoyo al polo, para impulsar un gran torneo internacional; para reconocer que Argentina, así como es la capital del tango, es la capital del polo. Esa declaración del gobierno tiene que ser hecha”.
Hay más por hacer, entiende Albwardy, que mezcla su pasión por este deporte con la mentalidad empresarial, emprendedora. “El polo nunca será un deporte masivo. Pero el gobierno puede facilitar jugarlo, especialmente en Argentina, donde el campo produce los mejores jugadores y los caballos. Si alguien cría caballos y quiere venderlos al mundo, no le cobren 30% en impuestos. Sé de mucha gente que va a Australia, Sudáfrica, a comprar caballos, porque Argentina, así como está...”, deja incompleta la frase. Y da un ejemplo.
Cuando importó por primera vez un ejemplar a Dubái, el animal costaba 2000 dólares. Hoy el traslado solo vale 13.000. Y por una caballeriza hay que pagar 15.000. Total: 30.000 dólares. “Para un principiante es un montón de plata, y luego el gobierno viene y dice «ponemos 30% de impuestos». Así no funciona. Hay que facilitar las cosas e impulsar a la gente. El deporte crecerá por sí mismo. El gobierno no necesita hacer nada. ¡Pero que no le ponga impuestos! ¡Que la deje sola! Muchos viven de exportar caballos; déjenlos vivir. Es una pequeña industria en sí. Incentiven a la gente a tener más vacas, más caballos, más... Así era Argentina antes”, clama el emiratí.
Como a casi todo polista y a todo criador, a Ali le gustan los caballos. Y, como la mayoría, los considera 70% del juego (“a la diferencia la hace el caballo, no el jugador”). Tan importante es para La Natividad que el dubaití es responsable de buena parte de los ¡80! (promedio de 20 por polista) ejemplares que el equipo llevó a la última final de Palermo, ganada por 13-10 sobre La Dolfina. Muchos, por supuesto, no son suyos, ya que él provee a los dos Castagnola –no todos–. Y en ese rubro, el equino, se considera “afortunado de tener a Jeta”, a Camilo, que lució un caballo que le prestó un propietario húngaro y hasta recibió de Pablo Mac Donough, compañero, un montado en la definición de zona (17-14 a La Ensenada). El chico es un jinete que hace lucirse a los animales, pero también un lince para detectar diamantes en bruto.
“Uno de los caballos que tenemos fue visto por Jeta cuando fue a mirar a unos chicos jugar. Lo vio correr a la izquierda y a la derecha, y le dijo a Luisa, de nuestra organización, «por favor, traé este caballo. Lo probaremos». Lo probamos, y terminó jugando la final del Abierto de Palermo. Lo usaban chicos en Guards Polo Club... Uno encuentra caballos donde sea. Y siempre estamos en busca de caballos. No en Argentina, porque en Argentina no hay campeones. Y si los hay, nadie los vende”, expresa el patrón dubaití en... Argentina. Fuerte.
Y lo enfatiza. “De Adolfo y Lolo [Castagnola] me gustaba que ellos creían que teníamos que comprar caballos de donde fuera. Es muy raro encontrar un buen caballo en Argentina. En esto la gente está confundida. Todos nuestros caballos, la cría de Adolfo y la nuestra, e incluso la de Ellerstina, vienen de afuera. La gente no lo sabe. Por ejemplo, Small Person vino de Australia. Hoy la mejor es Santana, y la compramos en Tasmania, cerca de Australia. Tasmania no tiene caballos, pero alguien la encontró. Y la compramos. Compramos caballos de todo el mundo. Y luego clonamos, y criamos. Acabo de clonarla y tengo seis Santana. Jugó en Inglaterra, vino a Argentina y la clonamos, y volvió a Inglaterra. Tengo seis bebés. Es un sueño”, manifiesta. Y entonces surge la pregunta de siempre en este rubro.
–¿En el futuro habrá solamente clones de Cuartetera, Santana u otra?
–No, no. Hay muchos otros caballos. Tenemos algunos nosotros, tiene algunos Adolfo, tiene algunos Ellerstina... Pero Ellerstina no creía en la clonación hasta hace dos años. Una pena. Se dio cuenta de que cometió un error. La cuestión es quiénes tienen las mejores madres.
–¿Considera la clonación como la razón por la que La Dolfina fue tan superior a Ellerstina durante diez años?
–Sí, definitivamente sí.
Ali ya no juega. No en el alto handicap, al menos. En el exterior su apellido está en las canchas gracias a Rashid y Tariq, sus hijos, que actúan en Inglaterra y España con perfiles bajos. A Rashid lo apodan “Rashuri”, y a su espacio en La Dolfina Polo Ranch (Cañuelas), “La Rashuri”. De las temporadas importantes del extranjero, en la de Estados Unidos apenas ha jugado (“hay que ir en enero, febrero... No es fácil por mi trabajo. Y está muy lejos”), pero tiene una base grande en la inglesa y se siente cómodo, muy a gusto, en Sotogrande. Sin embargo, pasó un par de años sin participación en Reino Unido, hasta que se repuso de la salida de Cambiaso. Volvió a lo grande: en 2019, sus chicos Castagnola, entonces de 18 (Barto) y 16 años (Camilo), conquistaron la Copa de Oro del Abierto Británico.
Cuentan que es de aconsejar, bondadoso, de relaciones cálidas. Si establece buena sintonía con alguien, intenta ayudarlo. “Vení a casa y hablamos de lo que necesites”, le adjudican como una frase común. Y esa actitud replica en su condición de patrón de polo.
Mecenas en lo económico, Albwardy es también un mecenas de oportunidades: este año presentará dos equipos en Inglaterra, en los cuales serán protagonistas Beltrán (17 años) y Rufino (14) Laulhé, hijos de Gastón, que compartirán las formaciones con Jeta, Rashid y Antonio Heguy (Dubai) y Bartolomé, Tariq y Matías Torres Zavaleta (Desert Palm, el club de los Albwardy en Dubái, donde no compiten desde 2019 porque prefieren hacerlo fuera del país, más allá del buen vínculo con la jequesa Maitha bint Mohammed bin Rashid Al Maktoum, de UAE).
“Esos chicos necesitan apoyo. Hay que respaldarlos, porque el problema con Argentina es que los chicos no tienen los recursos. Son talentosos, pero para dar otro paso necesitan apoyo”, afirma Ali sobre los Laulhé, a quienes –dice– hay que esperar dos años. “Necesitan apoyo como lo necesitaron Jeta y Barto. Como Adolfo. Adolfo vino a mí cuando no tenía ni un caballo. Lo sabés. Ni un caballo”, alude a los primeros tiempos del crack tras su separación de Ellerstina, cuando La Dolfina daba sus pasos tempraneros en la Triple Corona. “Mandé todos mis caballos desde Inglaterra, y Tim Gannon hizo lo mismo desde Estados Unidos. Y ganamos el Abierto”. Otra vez Cambiaso. Se bifurcaron hace siete años, pero “Adelfo” sigue muy presente en su mente.
“No debería decir esto, pero... Adolfo lo recuerda. Cuando íbamos a un partido no teníamos a alguien que nos hiciera elongación. Solíamos comer un gran bife, fumar todos Marlboro rojos y, sin calentamiento, jugar la final por la Copa de Oro o la Copa de la Reina. Ahora mi hijo va todos los días al gimnasio, es atlético, controla su dieta, elonga. Y contratamos preparadores físicos a tiempo completo, tres o cuatro personas. Hoy la disciplina es distinta. Miro la figura de Adolfo y lo admiro. Mirá su físico; tiene 48 años. Y normalmente una carrera de polo termina cuando uno tiene 35. Él se mantiene atlético. Adolfo es un jugador muy especial. Y se arma con los caballos. Llega a la cancha con ocho campeones. No va a tener un solo caballo malo. Eso hace una gran diferencia. No será joven, pero es un campeón”.
Lo firma el hombre de Dubái que llega a pie a Palermo, en ropaje común, porque disfruta “las cosas simples de la vida”, como “caminar, los buenos amigos, estar con los caballos”. Alguien a quien lo que no le gusta del polo es “la gente que lo juega por show, por Instagram; que usa el polo como marketing”, y que cree que “esa gente no dura”. Que dirige un grupo de empresas que factura más de un millardo de dólares por año, pero que lejos de obsesionarse con los números, a cada rato remata sus respuestas haciendo hincapié en la honestidad, el compromiso, los objetivos, el deporte sano. “Uno crea su propia suerte, si tiene los ingredientes adecuados. A mis hijos les digo «simplemente, hacé lo correcto. Sea que juegues al polo, sea que hagas negocios, sea que te cases, simplemente, hacé lo correcto»”.
Uno de los mensajes axiológicos de Ali Albwardy
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