UE Sant Andreu, el “tercero en discordia” de Barcelona, con hinchas de Primera y una historia de fábula que une a Salvador Dalí con Diego Maradona
El equipo usa la bandera de Catalunya como camiseta; compite en la cuarta categoría y el célebre artista pintó y les donó un cuadro, cuyo destino es un misterio
LA NACION
Un auto atraviesa una marea humana que lo rodea y lo cubre de bengalas y humo rojo y amarillo. Miles de hinchas saltan y cantan a su alrededor, mientras hacen flamear banderas con los colores de Cataluña. Antes de enfrentar al eterno rival, gritan a más no poder: “¡Olé olé olé, cada día te quiero más!”. Todo podría estar ocurriendo en cualquier lugar de la Argentina. Pero no.
Quien maneja ese automóvil es Alberto García. Albertito. El número 8 del UE Sant Andreu, un club de barrio que, lejos de los flashes que genera el hecho de pertenecer a LaLiga, florece como tercero en discordia en una ciudad donde hasta no hace mucho solo se hablaba del FC Barcelona y del Espanyol.
“L’orgull del Poble des de 1909″ (El orgullo del pueblo desde 1909 en catalán, según su slogan) es un club centenario y de culto que transmite su pasión de generación en generación. Con la bandera de Catalunya como camiseta y con historias reales que parecen extraídas de los cuentos de fábulas, en donde Maradona se cruza con el célebre pintor Salvador Dalí y un cuadro con un origen solidario y un destino misterioso.
Tan mágico es todo que la pasión que despierta en los habitantes del barrio de Sant Andreu de Palomar crece día a día. Al punto que los fanáticos que acompañan al equipo promedian 3000 por partido, el doble que su eterno rival, el Club Esportiu Europa, y muchísimo más que la mayoría de los 90 clubes que conforman la Segunda Federación, más conocida como la Segunda División RFEF, la cuarta categoría del fútbol masculino de España.
Algunos ejemplos recientes: la anterior semana, una multitud de más de 4000 quadribarrats copó la tribuna local para el partido ante Badalona, líder del Grupo 3 del torneo. A los cánticos habituales se le sumó esa efervescencia que sólo el fútbol libera: Sant Andreu perdía 1 a 0 y lo empató en el tercer minuto de descuento, con un tanto de Luis Martínez. La euforia generalizada derrumbó la red que hace de alambrado. Y este fin de semana de pascuas y lluvias, más de 200 andreuenses se hicieron presentes en el campo de juego del Lleida, que se encuentra a más de una hora y media del Narcis Sala. Con un tanto de Toni Paredes, el equipo ganó 1 a 0 y se trepó al segundo puesto.
Sucede a la vez algo muy particular cada vez que juega el equipo. En las tribunas suenan cánticos que sólo pueden escucharse en la Argentina. Y el aliento no cesa durante los 90 minutos de acción. En un país donde las canciones de cancha son simples y al borde de la inocencia, la hinchada de Sant Andreu marca la diferencia. Y ante cada gol, entona ese tema tan conocido que dice “no tengo un mango y voy igual, de visitante o de local…”
En diálogo con LA NACION, Albertito se refiere a ese hecho infrecuente que sucede en las gradas del estadio de Sant Andreu y lo fundamenta: “En nuestra afición hay muchos hinchas de Boca. La mayoría de los jugadores no tienen ni idea de cómo se viven los partidos en la Argentina, pero yo sí porque soy de Boca desde pequeño y siempre que puedo voy a la Peña del club en Barcelona a ver los partidos y me sé todas las canciones”.
Por el hecho de aferrarse y tejer lazos de pertenencia con este club de pueblo, los argentinos que viven en Barcelona se encariñaron con el Sant Andreu. Lo acompañan. Se alegran con sus triunfos y aumentan su compromiso con cada derrota. A kilómetros de distancia de su tierra natal, cualquier dosis de argentinidad suma muchísimo para extrañar menos la cotidianeidad. Y el fútbol es eso: cotidianeidad.
“En Barcelona hay mucho argentino. En esta ciudad es muy caro ir al Camp Nou. Y el Espanyol es la nada misma”, comparte a LA NACION Mauro, un porteño de 42 años que se mudó a la ciudad catalana poco después de la pandemia. Y resume: “Cuando el emigrante se va de su país deja la tribuna, deja de ir a ver fútbol. Lo que tiene el Sant Andreu es que es un lindo refugio para el futbolero pasional”.
Apenas un dato para exponer ese amor que despertó en los últimos años este equipo de pueblo en sus fanáticos: En octubre de 2022, 1.134 personas compraron su abono para la temporada 22/23. Un año más tarde fueron 3110. Y el 10 de enero se celebró en redes sociales que los socios que tienen asegurada su presencia en cada partido de local ya son 3454, cifra altísima para un estadio que tiene casi el doble de lugares y en una categoría donde aún hay un espacio importante para los visitantes. De hecho, en esa condición al Sant Andreu lo acompañaron más de 700 fanáticos cuando visitó al Europa.
Quien sintió en carne propia este fervor fue Diego Simeone. El sorteo de la Copa del Rey 2018 cruzó al Sant Andreu con el Atlético Madrid. Y entonces, el Campo Municipal Narcís Sala (con capacidad para 6570 espectadores) se vistió de fiesta para ese cruce, válido por la ida de los 16vos de final.
Fue triunfo colchonero por 1 a 0, aunque en los últimos 10 minutos el local tuvo cinco chances para empatar. El Cholo (que se vio obligado a seguir las instancias del partido desde la platea, por una sanción que debía cumplir) reconoció la entrega de los jugadores y el aliento de los hinchas. “Se los dije a ellos y los felicité por lo competitivos que fueron. Competitivos y peligrosos. Cuando se ve un equipo que juega a algo, puede hacer peligro. Les deseo lo mejor en la categoría que compiten”. Curiosidades del destino, el desquite en Madrid fue el partido 400 de Simeone como DT del Aleti, en donde impuso su jerarquía, goleó 4 a 0 y avanzó a octavos.
El fervor de los hinchas del Sant Andreu trasciende las fronteras del estadio. A finales de enero, en el derbi con el Club Esportiu Europa, la fiesta comenzó en las calles, donde cientos de fanáticos le hicieron una recepción espectacular a los futbolistas, que habitualmente llegan al Narcís Sala en sus automóviles. Ni la derrota 3-2 en tiempo de descuento pudieron silenciar tanta efervescencia.
“Eso no fue normal. Al ser el derbi y en casa, llegaron al barrio cerca de 7000 personas. Los jugadores solemos ir a nuestra cancha cada uno por las suyas en su coche, pero los aficionados nos pidieron que ese día llegáramos todos a la misma hora para que entremos en fila por esa calle”, detalla Albertito desde el otro lado del Océano Atlántico. Y reconoce: “Por un momento pensé que me incendiaban el coche, pero lo disfruté muchísimo. Acá no estamos acostumbrados a eso y en el vestuario lo comentamos y flipamos por lo que hicieron estos locos”. Con esa postal comienza este texto.
Tanta pasión despierta esta rivalidad que algunos lo catalogan como “el verdadero derbi de Barcelona” y hasta el canal de YouTube “El día Después” realizó hace unas semanas su habitual video en el campo del Sant Andreu para intentar contagiar lo que allí se vive. En Catalunya a este clásico lo llaman: “La vila contra el poble”, es decir, el barrio más privilegiado contra el pueblo. Ya se darán cuenta quién es quién.
La Segunda Federación es semiprofesional. Por eso es habitual que varios jugadores no vivan solo de los ingresos del fútbol. De hecho, en el plantel de Sant Andreu hay profesores de educación física, encargados de comedores escolares y vendedores de ropa deportiva.
Albertito, mediocampista y con 137 partidos y 24 goles en el equipo, explica lo que significa integrar un plantel que recibe tanto apoyo de los hinchas: “Después de tantos años en el club uno ya se acostumbra, pero no es normal en nuestra categoría. Los que vienen de otras instituciones se sorprenden. Cada semana alucinan. Venir de visitante debe ser difícil porque en nuestro campo te encuentras con 4000 personas cuando es un club de barrio. Es increíble, una locura. Porque cada día de partido no solamente es eso. El estadio está cerca de la rambla del barrio, pasas el día en familia desde temprano. Cuando jugamos de local vienen muchos niños y después de jugar caminamos junto al campo y nos quedamos mirando el espectáculo de la tribuna. Es maravilloso.”
Recién ascendido, el objetivo inicial era la permanencia. Pero los buenos resultados (acaba de quedar segundo entre 18 en su grupo, a falta de cinco fechas) le permiten ir por más: de mantenerse (pelea con el Hércules, un viejo conocido de la primera división española, y los mencionados Lleida y Europa) se meterá en los playoffs y podrá pelear el ascenso a la tercera categoría, en donde hoy juegan equipos que brillaron en LaLiga, como Málaga o Deportivo La Coruña. Una vez alcanzado ese lugar, el plan será intentar regresar a Segunda División, donde fue protagonista frecuente en las décadas de los 60 y 70.
Pero no solo de fútbol se habla en el Sant Andreu, que entre otros compromisos con la sociedad colabora con “Open Arms”, una ONG que se dedica a salvarle la vida a aquellos inmigrantes que intentan llegar a Europa por mar.
Hay más: “El orgullo del pueblo” fue el primer club español en pronunciarse en contra del comportamiento de Luis Rubiales durante la final del Mundial femenino, quien, para celebrar el campeonato ganado por España primero se agarró los testículos en el palco oficial y luego, en la entrega de medallas, besó en la boca a Jenni Hermoso sin su consentimiento, hecho por el cual el dirigente debió renunciar a su cargo de presidente de la Real Federación Española de Fútbol y en la actualidad la Fiscalía pidió dos años y medio de cárcel.
En el comunicado, fechado solo dos días después del “piquito” que desató el escándalo, el club catalán publicó: “UE Sant Andreu pide su dimisión inmediata y sin excusas del presidente de la RFEF, Luis Rubiales. Entendemos que esa dimisión, o su destitución, no se ha producido todavía, después de los hechos ocurridos el pasado domingo y todo lo que se ha sabido posteriormente (...) Este tipo de acciones contra las mujeres son absolutamente repulsivas y denigrantes y no pueden tener justificación ni cabida en el mundo del fútbol ni en nuestra sociedad. Desde el Club también expresamos nuestra solidaridad con la futbolista Jennifer Hermoso y el resto de los futbolistas”.
Dos días después, y a modo de repudio a la (hasta ese momento) no dimisión de Rubiales, durante el primer minuto del partido con Girona B los jugadores no se movieron, bajo el aplauso de toda la asistencia, aun siendo un partido de pretemporada.
Maradona, Dalí y un misterioso “gol cósmico” extraviado
Además de ser literalmente la bandera de Catalunya, la camiseta del Sant Andreu tiene un detalle que la vincula directamente con Diego Armando Maradona.
Ocurre que la marca que viste al equipo desde julio de 2023 es Meyba, la misma que en los años 80 proveía de indumentaria a Barcelona, cuando el ídolo argentino usaba la camiseta número 10 y César Luis Menotti era su director técnico. Y que continuó como equipación incluso durante la época dorada, con el holandés Johann Cruyff al frente del equipo blaugrana.
Meyba quebró en 1997, pero eligieron al Sant Andreu para su relanzamiento. La primera tirada fue de 1000 camisetas a 59 euros cada una. Se agotaron en menos de una semana.
Pero no todo brilla en la historia del Sant Andreu. Hubo un tiempo en el que el club (entonces San Andrés) tuvo comprometida su existencia. Fue en 1977, cuando las deudas agobiaban las finanzas de la institución. Desesperados, los dirigentes de aquellos meses dramáticos le pidieron ayuda a uno de los artistas más famoso de todos los tiempos: Salvador Dalí.
El figuerense, con un discreto pasado como arquero, acudió al rescate de la mejor manera que su genio podía hacerlo: pintó un lienzo al que tituló “Gol” y en octubre de ese año lo donó al club para que sea subastado y así salvar de la quiebra a la entidad cuatribarrada. Según se cuenta, cuando se realizó el acto en el que se conoció la obra, Dalí comenzó a aplaudirse a sí mismo mientras decía: “¡Catalunya acaba de meter un gol!”.
La obra, un óleo-acuarela de 90x70 cm, fue valorada entonces en unos 6.000.000 de pesetas. Sin embargo, jamás pudo subastarse porque el 15 de febrero de 1978 la Magistratura de Trabajo de Barcelona embargó el cuadro que Dalí había donado. Tal embargo se realizó ante la demanda presentada por los jugadores Paquito, Curta, Martí Filosía y Vallejos, a los que el club catalán les adeudaba 800.000 pesetas.
Según pudo reconstruirse, ante la cancelación de la subasta un directivo compró la pieza en 4.500.000 pesetas, lo que en la actualidad serían 27.000 euros. Un precio irrisorio para el valor que hoy tendría esa obra de arte realizada por el genio de Figueras. Luego de aquello, el cuadro parece haberse esfumado y su destino se desconoce.
En 2014, Dinorah Santa Ana Da Silva (exmujer y representante de Dani Alves, y en ese momento propietaria del Sant Andreu), le reclamó a Joan Gaspart, que presidió el modesto club catalán entre 2004 y 2011, todos los trofeos y diplomas que el dirigente se había llevado a su casa a pesar de que eran propiedad del club. Gaspart se vio obligado a devolver todo lo que no era suyo entre copas, medallas y diplomas). Sin embargo, entre los faltantes seguía estando la famosa obra.
Lo único cierto es que aun nadie sabe en manos de quien está el cuadro que Dalí pintó para salvar de la quiebra a Sant Andreu, al que en una extensa entrevista con el periodista Ricard Maxenchs le confesó que lo hizo en un día gracias a que tuvo “una inspiración cósmica para hacerla”.
Y si, Sant Andreu genera eso, una inspiración desde la Tribuna Gol Nord, que no para alentar en los 90 minutos, y que aún finalizado el partido, sigue cantando detrás del arco. Y los jugadores, aun cansados tras el trajinar de cada encuentro, se suman a los cánticos y saludan a los simpatizantes. Entre todos son “El orgullo del pueblo”.
Conforme a los criterios de
Conocé The Trust Project
Más leídas de Fútbol
Panoramas diferentes. Mundial de Clubes 2025: qué necesitan River y Boca para clasificarse
Las sedes. Dónde se juegan los partidos de la selección argentina en la Copa América
El último adiós. Aplauso cerrado en el responso a César Luis Menotti en Ezeiza: qué pasará con sus restos
Por el pase de Gaich. La Justicia falló contra San Lorenzo: la multimillonaria suma que debería pagar el club a un fondo suizo
